Tanto la quínoa como el amaranto poseen una composición mucho más equilibrada que los cereales convencionales y, sobre todo, mayor cantidad de proteínas (entre un 12% y un 16% contra un 10-14% de CEREALES).
Según la FAO y la OMS, sobre un valor ideal proteico de 100, la quínoa y el amaranto poseen 75, considerado alto si lo comparamos con la leche vacuna (72), la soja (68), la carne (60), el trigo (60) y el maíz (44). La explicación de este elevado valor biológico tiene que ver con su equilibrada composición de aminoácidos esenciales. Los cereales clásicos tienen carencias de lisina, metionina y cisteína, punto fuerte de estos granos. Por ejemplo, la quínoa tiene 5 veces más lisina y más del doble de metionina que el trigo.
La explicación a esta calidad proteica reside en la gran cantidad de germen que posee la semilla. En la quínoa, el germen representa un 30% del peso total del grano, mientras que en los cereales convencionales esta relación llega apenas al 1%. Pero aquí no termina la lista de virtudes de estos cultivos ancestrales. Son también pobres en grasas y más ricos en hierro, calcio, fósforo, fibra y vitamina E que los cereales clásicos, al igual que una apreciable cantidad de vitaminas del grupo B. Por todo lo dicho, son considerados un alimento muy interesante para los niños y una alternativa ideal para celíacos y aquellos que padecen anemia o desnutrición.
Es un grano que satisface todos los requerimientos en cuanto a nutrición.
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